Un enfoque económico y empresarial en la resolución de crisis.
Por CPN Marcelo Di Cesare (*)
Facundo Cabral afirma certeramente “El Argentino es una persona que tiene un problema para cada solución”. Y aunque en un análisis a priori suene terrible, esa capacidad es lo que nos distingue y nos hace ser especiales y diferentes del resto de los mortales. (Sin querer sonar rimbombante y pedante, tenemos una extremada experiencia en crisis terminales y… seguimos vivos)
Por una cuestión de idiosincrasia, por el bagaje que traemos en nuestra mochila cultural colectiva, tan rica como diversa, los argentinos siempre le encontramos soluciones alternativas a un determinado problema.
Ese sello distintivo lo traemos incorporado en nuestro ADN Nacional. El Master en Supervivencia que tenemos como sociedad lo fuimos construyendo en etapas, desde nuestros abuelos que vinieron escapando de las guerras o crisis europeas o del medio oriente, hasta nosotros mismos que nacimos, crecimos y nos desenvolvemos en un país con crisis recurrentes.
Estamos acostumbrados a ellas, sabemos positivamente que cada determinada cantidad de tiempo el Estado opera activamente sobre la política económica y cambia bruscamente el escenario y el contexto económico del país.
Hemos tenido crisis terminales, de la cual seguramente para los analistas con mayor experticia no saldríamos.
De hecho, por tomar el último medio siglo de historia, desde 1959 en adelante, el “Hay que pasar el invierno” de Alvaro Alzogaray/Arturo Frondizi a la Crisis de la Resolución 125 del 2008, pasando por el Rodrigazo de 1974, La tablita de Martínez de Hoz en 1976, “El que apuesta al dólar pierde” de Sigaut en 1981, la “Hiper Inflación” de Alfonsín en 1989, el “Plan Bonex” de de Herman González en 1990 y el Corralito de Caballo-De la Rua en 2001, siempre el Gobierno Nacional, sea desarrollista, radical, liberal, militar, peronista, toma decisiones con las que un sector se beneficia y otro se perjudica.
Y depende en que sector de la economía este parado uno, puede pertenecer a los favorecidos o al otro bando, sin importar raza, religión, color y hasta clase social. En Argentina podes estar “acomodado” y pasar de la noche a la mañana a quedarte con muy poco o, en muchísimos menos casos, ser beneficiado por el cambio de mano de las cosas y crecer brutalmente.
Ante un hecho exógeno e imprevisible que te desacomoda brutalmente, el argentino medio tiene un poder de reacción para reacomodarse a la nueva realidad también de manera sanguinaria y ha desarrollado intuitivamente herramientas para sobrevivir y luego volver a crecer en este nuevo contexto.
Citando a Federico Nietzsche "En la escuela de la vida, lo que no me mata, me fortalece". Y debemos tener mucho de Netzchianos los Argentinos, ya que este pareciera ser el leit motiv nuestra historia, de cada brete salimos más fuertes y como el Ave Fénix, resurgimos de nuestras cenizas, incorporando nuevos conocimientos y desarrollando la Inteligencia Creativa para adaptarnos versátilmente a los nuevos escenarios y transformar en oportunidades, ya que de lo contrario hubiéramos perecido.
El “empresario medio argentino” sobrevive a estos eventos agudizando su ingenio y realizando acciones novedosas e imprevistas para “ZAFAR”, que en otro contexto seguramente no se animarían a probar ni por casualidad.
Por ejemplo inventamos el Colectivo en la crisis del ´30, inventamos el trabajo de “guardar lugar en la cola” ya sea para comprar dólares o sacar una visa, inventamos el “Club del trueque” que les permitió sobrevivir a la crisis del 2001 con esperanza (un gran motivador si los hay, al igual que el miedo).
Los empresarios medios argentinos están acostumbrados a surfear sobre el lomo de la Crisis. Y parafraseando a Joaquín Sabina “No voy a negarte que has marcado estilo, que has patentado un modo de andar, sin despeinarte por el agudísimo filo, de la navaja de esta espídica (1) ciudad… Sabias hacer turismo, al borde del abismo”
De las crisis se aprende mucho y variado. A partir de la observación de la realidad se puede armar modelos y teorías que sirven formidablemente para el futuro. Esto implica que es de sabio escuchar a quienes sobrevivieron y se agiornaron.
En síntesis, en nuestro país siempre está latente la posibilidad de que una bomba económica explote y nada vuelva a ser lo que era… al menos por un tiempo. Debido a ello es que hay que saber campear el temporal y tener a mano un plan A, un plan B, un plan “Z” (ZAFAR), porque todo puede llegar a darse, hasta lo menos pensado. Pero siempre, siempre, tarde o temprano, todo vuelve a la normalidad y el país comienza a crecer nuevamente hasta la próxima crisis.
Cuando leí por primera vez a Edgar de Bono y su maravillosa teoría del “Pensamiento Lateral” no podía dejar de pensar en mi abuelo paterno, un Siciliano que bajo del barco con una mano atrás y otra adelante para hacerse la América. El me enseñó sobre “Pensamiento Lateral Aplicado” aunque con su segundo grado nunca había escuchado hablar de que se trataba eso.
Mucho me mostró, mucho me contó, entre recortes de diarios de la época y fotos increíbles, sobre sus increíbles ocurrencias e ingenio, que entre otras cosas que hizo paso a la historia como uno de los “Inventores del Colectivo”.
Este fuerte desarrollo del “Pensamiento Lateral Criollo” sumado a la “Fuerte Actitud Emprendedora Argentina” que traemos genéticamente aquellos que descendemos de los barcos y esos dos motivadores fundamentales que adoban cada crisis como el Miedo y la Esperanza, tenemos el combo perfecto para explicar porque los Argentinos salimos más rápidamente de las crisis recurrentes que padecemos que cualquier otro país.
Puesto blanco sobre negro, esta humilde teoría, la idea fuerza de este ensayo es utilizar ese potencial intrínseco que traemos en nuestro ADN Nacional y darle un ordenamiento metodológico a ese pensamiento mediante la utilización del modelo de los “6 sombreros para Pensar” de Edgar de Bono.
Pensando en etapas y luego uniéndolas metodológicamente se optimizan los resultados.
Ver una imagen reflejada en un espejo es distinto de ver esa misma imagen después de que se rompió el mismo en 100 pedazos y se lo ha pegado como se ha podido, ya que se refleja la misma imagen pero muy distorsionada, distinta a lo que es cuando se ve la totalidad.
Por eso es bueno tener una visión global de las cosas, o pensamiento de Sombrero Azul en la terminología de Edgar de Bono, luego de haber revisado todos los mapas completos del pensamiento.
No preocuparse y si ocuparse, actuar con el foco adecuado y asignando prioridades a cada tema y siempre teniendo en cuenta a Pareto y su teorema 80-20, para actuar de prisa (Sabina dice Pensar despacio para actuar de prisa, me parece excelente).
Ejemplo aplicado a los negocios:
Estamos en la ciudad de Mendoza y nos piden que le vendamos vino una empresa de Santiago de Chile.
Si tuviéramos solo la visión parcial de los kilómetros lineales que separan las dos ciudades diríamos que es fácil ya que son solo 380 kms.
En un mapa en blanco solo podemos ver esto.
Cuando le agregamos a este mapa las divisiones políticas, veremos primero que son dos países distintos, lo cual empiezan a complicar las cosas, ya que en vez de una simple venta estamos hablando de una exportación. Ya es más complejo aunque no imposible, dado que muchas empresas exportan, pero hay que calcular otros costos adicionales y tener en cuenta otra logística.
Ahora sumemos el plano geográfico y Ups!!! Nos damos cuenta que una Cordillera de 6.000 mts. de altitud se interpone entre las dos ciudades.
Nuevamente más complicaciones, más kilómetros a recorrer y otra logística con costos adicionales, ya que dejan de ser 380 kms. para pasar a ser más de 600. Nuestro GPS diría “recalculando”.
Observamos que la cosa no era solo lo que al principio veíamos. No son 380 Kms., son 600. No es una simple venta, es una exportación.
En definitiva, la idea de este ejemplo es demostrar que si se trabaja el pensamiento como capas de un mapa que se van agregando para tener una visión global (mapa en blanco en una sola dimensión, luego se le agregó el mapa político y posteriormente el geográfico), recién ahí con el mapa completo podremos armar un plan integral para realizar acciones que deriven en conseguir el resultado esperado de la mejor manera posible.
Ante cualquier tipo de evento o para analizar y realizar un plan de acción adecuado, utilizar la metodología de los “6 sombreros para pensar” es sumamente útil, sobre todo en un país como argentina que estamos acostumbrados a tener desarrollado intuitivamente el “pensamiento lateral criollo”, con chimichurri incluido.
Muchas personas se autocensuran o no explayan más en sus ideas, no dan su punto de vista negativo a un proyecto o no exploran su intuición, por miedo a ser juzgados por sus pares y ser considerados como personas negativas, ilusas, demasiados apasionados, estúpidos alegres, etc.
Para no pasar un mal rato antes sus pares y no ser etiquetados con algunos de los adjetivos antes enumerados, muchas personas aportan lo mínimo y necesario para estar dentro del molde y no salirse del estándar, que les puede complicar su carrera a futuro.
Por esta cuestión se pierde muchas veces muy buenas ideas, otras formas de encarar un proyecto y hasta mejoras que serían indispensables para que un buen plan tenga más durabilidad.
Y en eso de matar a lo diferente, lo desconocido, los crecimientos y todo aquello que nos haga esforzar más cuando estamos en reposo y en un clima de estabilidad, somos campeones del mundo. Pero en definitiva, es nuestro ADN Nacional.
Nota: Fragmento de clases desarrolladas en seminarios en la Instituto Superior de Formación Docente y Técnica N°5 organizados por esa entidad y la Cámara de Pymes y Microempresas de Pergamino
(*) Marcelo Di Cesare: Contador Público Nacional UNR – Posgardo Management Financiero UB – Presidente Cámara de Pymes y Microempresas de Pergamino – Vocal FE.CA.MI.
(1) Espidica es una licencia poética que se tema Joaquín Sabina recordando a Speedy González, el ratoncito más veloz del mundo en su canción Conductores Suicidas.
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